Mi vida encontró una razón de ser cuando, en una reunión en el Club de Empresarios, me voltee hacia una dama muy elegante vestida de rosa, rubia, y con una sonrisa encantadora, y le dije que yo no quería estar solo en el Comité de Eventos de la American Society, sino quería contribuir en la relación con Fundaciones y Asociaciones de la Sociedad Civil, para ayudar a los más necesitados en su equipo del Steering Group.

Desde ahí me volví en una inseparable de esta mujer de ojos brillantes, Vivian Bardavid, a quien me refería como Vivs o Vivi, y no me soltó en ninguna semana desde entonces.

En Pandemia juntas ayudamos a salir adelante a cantidad de vecindades y comunidades religiosas en Chihuahua y Morelia.

Me ayudó a tejer fino la relación con la Cruz Roja Mexicana para poder firmar la Alianza entre ellos y United Way, donde se apoyarán por muchos años en distintos programas que ayudarán a innumerables migrantes y personas vulnerables.

Seguía cada uno de mis viajes y me pedía fotos de cada uno. Recuerdo una junta en particular que yo me encontraba en Vail en un invierno, la junta se adelantó y yo estaba en zapatos de nieve caminando una montaña, no paraba de reírse porque se oía el crujir de la nieve a cada paso que daba, y ella trataba de ponerse seria pero le ganaba la risa en cada avance de la junta. Fue una anécdota que siempre contaba cuando me presentaba con alguien.

O cuando me pidió conseguir sangre para una mujer vacacionista, accidentada en un coche en Cancún. Lle llame a unos contactos y me decía que ya no le dijera a nadie más, que esos contactos habían movido cielo y tierra, y había filas de donadores en el hospital, y ya hasta en el radio había salido.

Siempre nos hacía ir más allá de nuestro límite de confort, buscar la excelencia, ensayar días una reunión importante, revisar muchas veces un texto antes de que saliera publicado, llegar a llamar a Gobernadores o líderes de una comunidad para destrabar un obstáculo que le impedía avanzar a una persona u organización. Esa es Viv y siempre imitaré sus modos elegantes y efectivos, y recordaré su alegría, su risa y su “te quiero” constante. ¡Gracias Vivi!

Lizzy